martes, 29 de noviembre de 2011

Un piquete singular Por: Violeta Cortés Castillo


Un piquete singular.



Natalia tenía 10 años cuando todo paso. Regresó de las vacaciones de verano con una enorme cantidad de piquetes de mosco los cuales se rascaba a toda hora en todo momento. Sin embargo había uno en particular que no le provocaba comezón alguna pero ella nunca lo notó.

Con el paso del tiempo los piquetes fueron desapareciendo, sin embargo notó como uno de esos piquetes en vez de desvanecerse como el resto, se hacía cada vez mas grande y a la par aumentaba en dureza.
Se sentía como un pequeño chícharo que se movía por debajo de la piel. Sin embargo, siguiendo la lógica de que tal vez era un piquete que se había rascado de mas, decidió no contarle a nadie.

Lo tenía en su brazo izquierdo, entre el codo y el hombro, mas cerca del codo que del hombro y estaba en la parte posterior. Tenía aspecto rojizo, como el de cualquier piquete de insecto, se alcanzaba a notar ya una ligera elevación en la zona  y en el centro un diminuto orificio, tan diminuto que había que poner demasiada atención y aguzar muy bien la vista para terminar de notarlo. Al tacto era duro.
Todos los días con su dedos pulgar e índice media las dimensiones de aquel grano, y si, todos los días crecía un poco mas, no se expandía hacia arriba sino a los lados y no había manera de saber si también lo hacía hacia abajo.

Un día, después de realizar aquella rutina de tomar el grano con sus dedos y moverlo un poco de aquí para allá, notó que ya tenía el tamaño de una moneda de 50 centavos. Quedó completamente sorprendida, por primera vez sintió que un escalofrío le recorría el cuerpo y se sintió extraña ante la situación, sintió miedo y un poco de asco al sentir la impresionante dureza, la circunferencia perfecta, al darse cuenta de que no era mas un simple piquete, al pensar que podría haber algo dentro.
Decidió que era tiempo de contarle a alguien, ese alguien era su madre quien al ver y sentir la rara naturaleza de la picadura se lo comentó inmediatamente al padre, esté tomó el caso con singular curiosidad y después de analizarlo detenidamente con unos lentes de visión aumentada emitió su diagnóstico:

-Seguramente te rascaste mucho y se te infecto. Lo que tienes ahí es pus.

“Pus?” pensó. El solo hecho de pensar en ello hizo que se le revolviera el estomago. Alguna vez se había jalado un pellejito cerca de una de las uñas de la mano y cada que se tocaba le dolía demasiado, a través de la piel se podía ver una sustancia blanca y tuvieron que exprimirle fue entonces cuando conoció ¡LA PUS! Dolorosa y desagradable pus.

-Mira que te lo exprimo y santo remedio.

-No no no no no no…

-Pues si no quieres allá tu pero si te digo que se te va a caer el brazo o algo si te lo dejas así.

Tuvo miedo, se puso a pensar y por fin abrió la boca nuevamente:

-Mejor llévame al doctor mamá.

Cerca de la casa donde vivían había una clínica del DIF y hacia allá se dirigieron. A donde mas podrían dirigirse para tratar la simple dureza en un grano que según un diagnostico previo del padre era pus?

Sacaron ficha y esperaron su turno. Como de costumbre al escuchar a la enfermera pronunciar su nombre Natalia sintió ese ligero dejo de energía que se le iba de la cabeza a los pies, ese frío detrás de las orejas, el endurecimiento de la mandíbula, el cosquilleo en el estomago y esas ganas de orinar que le venían de súbito. Y es que no le gustaba ir al doctor y no sabía exactamente porque, siempre que estaba dentro sentía mucho frío, las sillas le parecían demasiado incomodas, le temblaba la voz cuando el doctor o la doctora le preguntaban cosas y aunque ahora solo iba a tratar un simple grano no podía evitar sentir todo eso.

La madre explicó lo sucedido a la doctora, ésta reviso el grano y le hizo unas cuantas preguntas a Natalia: ¿desde cuando lo tienes? ¿te duele? ¿te da comezón? Etc. y después ante la sorpresa de madre e hija hizo una pregunta que salía un poco de contexto: “¿últimamente ha viajado a la parte sur? Digamos, el sureste de México, Belice, Guatemala, etc?”
La respuesta fue afirmativa, un par de semanas atrás la familia había realizado un viaje largo por el sur del país, desde Chiapas hasta Belice, pero… “¿moscos hay en todos lados no?” comentó la madre a lo que la doctora explicó que durante esas fechas había atendido un par de casos similares y se había dado cuenta de que no eran simples piquetes de moscos sino que todo era obra de una mosca.

A Natalia se le detuvo la respiración “¿una MOSCA?¡Wakala!” –Yo no vi que se me acercara ninguna mosca. Y pues no, de hecho a Natalia le desagradaban tanto las moscas que no dejaba que ninguna se le acercara, les tenía manía, le daban asco.

-Se supone que en las zonas tropicales existe una mosca que no pica directamente a los mamíferos sino que deposita sus huevecillos en el cuerpo de los mosquitos, al momento posarse sobre tu piel para picarte el calor de tu cuerpo hace que el “pegamento” con el que la mosca aseguro los huevecillos se deshaga y entonces sirvas de incubadora para éstos.

Natalia no lo podía creer, tenía las manos frías y la piel de gallina, lo que había en su brazo no era pus sino LARVAS DE MOSCA!

-El procedimiento es sencillo, se pone un poco de anestesia local, se hace una incisión y se saca todo lo que haya dentro. Sin embargo algunas veces las larvas se mueven de lugar por lo que es posible que el “brote” pueda salir en otra parte del brazo, incluso del cuerpo.

-Solo así se puede curar?- Pregunto Natalia.

-Podemos mandar medicamento y ver si funciona, mira que te den esto y vienes en una semana para ver como evoluciona, no hay que dejar pasar mucho tiempo pues las larvas se alimentan de ti, es por eso que viven.

Se despidieron, dieron las gracias y se fueron directo a la farmacia.

Natalia sentía miedo, un miedo mezclado con asco, ya ni siquiera quería verse o tocarse el brazo. Resumiendo lo que había escuchado en aquel consultorio tenía gusanos, gusanos que una mosca muy amablemente había depositado en ella.
Algo retumbaba en su cabeza y ese algo era la frase “las larvas se alimentan de ti”, osea que había no se cuantas larvas comiéndose su brazo, había 10, 15, 20… larvas creciendo dentro de su brazo… en su cabeza se dibujaba una imagen de larvas trasformándose a moscas, abriendo cada vez mas aquel diminuto agujero en su brazo para salir volando de él. Era una escena terrorífica, asquerosa, inverosímil.

No pronunció ninguna sola palabra en el transcurso a su casa ni ya estando ella. Fue la madre la quien comento al resto de la familia lo que pasaba, todos muy sorprendidos miraban a Natalia y seguramente mientras la miraban dibujaban en sus mentes aquella imagen que ya ella había dibujado en la suya. El primero en hablar fue el padre:

-Que tal que te lo exprimo a ver si sale algo.

-Pero la doctora dijo…

-Solo para ver si sale algo sino pues ya vas al doctor.

-¿Me va a doler?

-No te va a doler nada, andale.

-Bueno…

Así es, el padre tenía alma de cirujano y en muy en el fondo no le estaba diciendo la verdad a Natalia, lo que le iba a hacer si le iba a doler pues pensaba hacer lo mismo que la doctora pero de una forma mas rustica. Preparó todo lo necesario, un poco de alcohol, algo para hacer una pequeña incisión, sus lentes de visión aumentada, una lámpara, etc. Cuando todo estuvo listo llamo a Natalia, la madre que también estaba ahí fungía el papel de enfermera.

-Toma esta almohada y muérdela.

-¿Para que?

-Tu solo muérdela

-Si me va a doler verdad?

-No, solo vas a sentir presión.

Natalia estiro el brazo y mordió la almohada, mientras tanto su padre abría mas con una pequeña navaja el agujero del grano. “Ay me arde” dijo Natalia, acto seguido el padre apretó con todas sus fuerzas aquel grano y Natalia supo para que debía morder la almohada. Las lagrimas corrieron de sus ojos y cuando hubo cesado el primer intento volteo y dijo “ya, ya no quiero” a lo que el padre le contesto “mira ya salió, otro intento y ya para que no quede nada” A pesar del dolor, las palabras del padre eran un alivió por lo que Natalia volvió a morder la almohada.

Al terminar todo pudieron observar que lo que crecía dentro de Natalia efectivamente ya no eran hulecillos sino larvas, larvas que estaban dentro de una especie de saco protector y que se movían a placer y voluntad propia, seguramente pronto empezarían a comer del brazo de Natalia y a dejarse ver como aquellas fotos que Natalia encontró en el Internet años después.

Después de la minioperación Natalia tomó el medicamento que la doctora había prescrito, esperando que las larvas no crecieran en otra parte de su cuerpo. El grano duro en su brazo continuo así por algunas semanas mas pero con el paso del tiempo disminuyo en tamaño hasta desaparecer por completo. En su brazo no quedo marca alguna.








Por: Violeta Cortés Castillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario