Lectura, Imaginación y Creatividad.
Violeta Cortés Castillo
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Selección del Libro.
Antes de tener que elegir el libro yo estaba leyendo “una cuestión personal”, llevaba apenas unas cuantas paginas y no me parecía tan relevante, de hecho para la elección había pensado en el primer libro de Haruki Murakami que leí (Sputnik, mi amor) ya que había sido el primer libro de un autor japonés que conocí, además que me había gustado por la mezcla de realidad y onírica que manejaba. Sin embargo, continué leyendo a KenzaburoOè y su cuestión personal, a medida que el libro avanzaba mas interesante era y mas cosas dejaba al descubierto. Fue entonces cuando decidí que ese sería el libro para la clase.
Volviendo un poco mas atrás, el libro lo compre en julio de este año cuando la librería del fondo de cultura económica “Rosario Castellanos” puso las colecciones de la editorial Anagrama hasta con un 40% de descuento todo el mes. Me entere vía Twitter unos pocos días antes, me puse de acuerdo con un amigo y junte todo el dinero que pude, debo decir que tengo como un afición a comprar libros, es algo que me provoca mucho placer mas para leerlos tardo un poco, no siempre se puede leer todo el tiempo que se quiere.
La editorial Anagrama es una editorial que a ultimas fechas me ha estado gustando mucho, el papel que usa es agradable, el tamaño de su tipografía lo es también, y aunque los diseños de sus portadas no son buenos tampoco es que me desagraden del todo, por colección vienen sus colores, sus formatos son ideales, en general es una editorial que a mi parecer es respetuosa con el lector, para libros de gran envergadura y de bolsillo es ideal.
Así pues llego el día de la compra, los libros estaban dispuestos en un ala aparte de la librería, estaban acomodadas por autor mas no alfabéticamente, lo que dificultaba un poco o mucho el encontrar libros en especifico. Yo me prepare un día antes entrando a la pagina de Anagrama, husmeando entre sus catálogos, leyendo pequeñas reseñas y juzgando a través de portadas y así elegí alrededor de diez títulos que me interesaban pero entre esos no figuraba ningún libro de Kenzaburo.
Di como tres vueltas antes de elegir mis libros, ubicando títulos, revisando precios, buscando los que no estaban. Discriminando por precio y luego por apariencia así fue como elegí, no se porque pero no me gusta comprar libros con pocas paginas y muy caros. Entonces los que eran cortos y podía bajar por Internet mejor ni los considere, adiós Lipovetsky. De Roberto Bolaño me lleve, recomendación de un amigo, Los Detectives Salvajes; de Douglas Adams, pues nunca había leído ciencia ficción, La guía del autoestopista galáctico; pero quería llevarme algo mas, así que di una vuelta mas. A lado de Charles Bukowski estaba este único libro de Kenzaburo Oé, rápidamente y porque ya tenía ganas de ir al baño, leí su reseña, las frases “revelación literaria” y “bebe monstruoso” llamaron mi atención. Semanas antes hablando con un amigo acerca de Murakami y su literatura best-seller un amigo me contó que alguna vez había leído algo de un japonés que escribía cosas “como muy locas” según él, pensé podría ser este y en un impulso, sin pensarlo mas, sin verificar precio ni tamaño, me lo lleve.
No abrí el libro hasta poco después de regresar a clases ya que estaba leyendo “las partículas elementales” de Michael Houellebecq, y pues al empezar a leerlo me di cuenta que no era ese autor japonés al que se refería mi amigo, su narrativa era tan realista y un tanto aburrida al principio, me decepcione un poco, sin embargo lo continué leyendo.
Acerca del autor.
Kenzaburo Oe (大江健三郎, ŌeKenzaburō).Nació el 31 de enero de 1935 en la ciudad de Ose, en Japón. Allí vivió su niñez, en medio de la II Guerra Mundial. De 1954 a 1958 estudió en la Universidad de Tokio literatura francesa, graduándose con una tesis sobre Jean Paul Sartre. En 1958 recibió el premio Akutagawa por su narración La presa, que describe la custodia en un pueblo de un aviador negro prisionero. Escritor y ensayista japonés, premio Nobel de Literatura y probablemente el mejor novelista de la posguerra. En 1963 nació su hijo Hikari (Luz), retrasado mental, quien lo inspiró en varias de sus obras. Este mismo año viajó a Hiroshima para conocer los efectos de la bomba atómica de 1945 y entrevistar a los sobrevivientes heridos por las bombas. Todo esto causó en él una revolución en su escritura, que culminó con sus obras maestras. Formado en la tradición francesa, profesor en el Colegio de México durante la década del setenta, conocedor de la literatura hispanoamericana, Oé alcanzó notoriedad en Occidente a partir de los años ochenta con La presa (1958); Una cuestión personal (1964) y El grito silencioso (1967). Su obra es, al mismo tiempo, un retrato del Japón de la posguerra y de sus infiernos personales, en la cual aparecen personajes cautivos, siempre al borde de lo autobiográfico. Una muestra de su mundo atormentado es Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura (1969). Seguidor de Dante, Erasmo y Rabelais, entusiasta lector del Quijote, Oé manifestó siempre su adhesión al personaje de Sancho Panza. Defendió la necesidad de refundar el humanismo y se reconoció a sí mismo como un pesimista. Otras de sus obras fueron: Las aguas han inundado mi alma (1973), Juegos contemporáneos (1979) y la novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990). En 1994 recibió el Premio Nóbel de Literatura, siendo el segundo escritor japonés en recibirlo, tras Yasunari Kawabata.
Acerca del libro.
Una cuestión personal (個人的な体験, Kojintekinataiken, 1964)Narra la historia de Bird, profesor de inglés en un colegio preuniversitario, cuya vida da un vuelco en el momento en que se entera que su mujer ha parido a una criatura con una deformidad en la cabeza, y con un problema que lo limitará a una vida vegetativa. En ese momento, Bird comienza un viaje introspectivo que lo llevará a tomar una decisión de vida, basada en lo que ha dejado en el camino, y acompañado por Himiko, una antigua amiga de la universidad. Novela de tintes autobiográficos, Una cuestión personal fue escrita tras el tremendo impacto que causó en Oé el nacimiento de su hijo Hikari con hidrocefalia. No obstante, la novela tiene por sí misma gran valor al presentar la prueba interior a que es sometido todo ser humano que debe decidir entre sus deseos y el camino señalado por los actos cometidos a lo largo de su vida.
Análisis.
En Una cuestión personal nos ofrece una visión cruel, muchas veces violenta, en el doloroso viaje de un padre a sus infiernos personales. Al comienzo del texto, Bird sueña que se encuentra a orillas del lago Chad, situado al este de Nigeria, en su adorada África, en busca de aventuras, tribus desconocidas y nuevos retos. Este continente es su particular edén, un sueño dorado con el que fantasea durante varios años con la ayuda de mapas Michelín. En ese instante, le despierta una llamada telefónica que le comunica horribles noticias: su hijo ha nacido con una malformación.
El protagonista, Bird, un apodo adoptado desde la adolescencia por su semejanza con un pájaro, tiene veintisiete años y es profesor de inglés en una academia preuniversitaria. El nacimiento inminente de su hijo no le aporta satisfacción alguna. Desea huir de la tediosa existencia que le rodea y mira con infinito desdén su papel como padre y esposo: “Desde que me casé he estado en la jaula que significa una familia, pero hasta ahora siempre me pareció que la puerta permanecía abierta; el bebé a punto de llegar bien podría cerrarla definitivamente”. Hasta ese momento, había sido incapaz de asumir ningún tipo de responsabilidad y de pensar en nadie que no fuera él mismo. De repente, se ve obligado a superar sus miedos y limitaciones en medio de una fuerte conmoción, mientras su falta de madurez le impide aceptar al niño. En esta encrucijada se muestra débil y cobarde. La presencia de su hijo frustra sus aspiraciones y corta sus ansias de libertad. La dura realidad está marcada por la existencia del niño y el mundo imaginario está representado por la lejana África, su paraíso soñado.
En un principio al bebé se le diagnostica una hernia cerebral, afección que se caracteriza por una abertura del cráneo por donde asoma el cerebro. Los doctores aseguran que es una criatura condenada a una muerte inminente o, en el mejor de los casos, a una existencia puramente vegetativa. El recién nacido, debido a la malformación, parece que tuviera dos cabezas. El protagonista mira a su pequeño y piensa: “(...) como Apollinaire, mi hijo fue herido en un campo de batalla oscuro y silencioso que no conozco, y ha llegado con la cabeza vendada. Tendré que enterrarlo como a un soldado muerto en combate.” Además, el padre siente una inmensa vergüenza que le impide expresar sus verdaderos sentimientos y compartirlos con nadie: “(...) Pero sólo de pensar en la anormalidad de su hijo, sentía en la garganta el calor de una extrema vergüenza personal (...)”. Este sentimiento de culpabilidad se expresa en la conciencia de que es incapaz de tener un hijo como los demás: “Crecí muy rápido, es cierto. Y ahora tengo edad suficiente como para ser padre. Pero no la preparación; y no puedo procrear un hijo normal. ¿Crees que alguna vez seré padre de un hijo normal? No estoy seguro - dijo Bird con tono sentimental”.
En el viaje introspectivo por los misterios del alma humana se encuentra acompañado por Himiko, una antigua amiga de la universidad. Él se cuestiona sus sentimientos hacia el bebé y se refugia nuevamente en la bebida, su antigua adicción. Se ve inmerso en un oscuro laberinto dominado por el miedo, la angustia y un profundo dolor que no puede transmitir y que se encuentra latente en su interior. Bird se muestra incapaz de superar esta situación traumática y se sumerge en una espiral de autodestrucción, mientras espera que el recién nacido muera en el hospital. Su cuestionable comportamiento le permite sumirse en el olvido, renegar de su deber como padre y despreocuparse del bienestar del niño: “En este momento, él era el gran enemigo de su bebé, el primer enemigo que tenía en la vida, el peor (...)". Después, este héroe caído se enfrenta al terrible dilema de dejar morir a la criatura y continuar con sus inútiles sueños de evasión o asumir verdaderamente sus responsabilidades como padre: “(...)¿Qué significaría para nosotros, mi esposa y yo, para el resto de nuestras vidas prisioneros de un ser casi vegetal, de un bebé monstruoso? (...)”.
Igualmente, el autor retrata en esta historia unos seres horribles y grotescos no sólo en su apariencia externa, sino también en su verdadera naturaleza interior. Así, nos impresiona la fantasmagórica imagen de los tres doctores del hospital, sentados en la penumbra, cuya presencia congela el ambiente, y la frialdad de uno de los médicos que muestra una brutal indiferencia ante el sufrimiento humano en estas líneas: “(...) Espero poder presenciar la autopsia. Dará su consentimiento para la autopsia, ¿no? Probablemente en este momento le apene hablar de autopsia, pero, en fin, mírelo desde este punto de vista: el progreso de la medicina es acumulativo. La autopsia de su hijo puede permitirnos saber lo necesario para salvar al próximo bebé con hernia cerebral. Además, si me permite ser sincero, creo que el bebé estará mejor muerto, y lo mismo le ocurrirá a usted y a su mujer. Algunas personas son extremadamente optimistas en este tipo de casos, pero créame, cuanto antes muera el niño mejor para todos (...)”. Mientras tanto, el bebé se va fortaleciendo en la incubadora del hospital y presenta cierta mejoría. Asimismo, éste se convierte, a través de la lente de los espantosos doctores, en un curioso fenómeno que hay que estudiar y analizar con detenimiento. En algunas de las páginas del libro se refieren al pequeño como simplemente "la cosa”, un interesante caso clínico. Entretanto, aumentan los sentimientos de rechazo de Bird hacia su hijo, llegando a definirse a sí mismo como “soy el padre del monstruo”. También, el autor nos muestra una particular galería de seres humanos horrendos como el doctor con un ojo de cristal, el facultativo miserable y cínico con cuerpo de tonel, el pediatra con aspecto de tortuga y el especialista del hospital que suministra al niño agua azucarada en vez de leche para que se vaya debilitando poco a poco.
La atmósfera de esta novela está rodeada de ira y violencia contenidas que salen del interior de las conciencias, marcadas por el sufrimiento y el dolor.
En esta odisea hacia su verdadero yo, Bird se apoya en Himiko, su amante y confidente, agobiada por el suicidio de su marido, que vive una vida desordenada y claustrofóbica, quizás también monstruosa. Sobre ella circula el rumor de que es una aventurera sexual, cuya depravada conducta ha sido la causa de la muerte de su esposo. De noche, como catarsis, conduce a toda velocidad un coche deportivo de color escarlata por la ciudad. Ella le ofrece su tiempo, su consuelo y compañía. Esta mujer, liberada sexualmente y falta de prejuicios, es su refugio y lo acompaña en su periplo de vergüenza, alcohol y desesperación. En un principio, al retomar su antigua relación, el protagonista manifiesta temor al contacto carnal, pues lo identifica con la posibilidad de procrear otro ser deforme. Sin embargo, este rechazo inicial es superado totalmente, gracias a la entrega de su compañera. Ésta acaba con sus represiones, insatisfacciones y hace realidad sus oscuras fantasías. También, con su ayuda buscarán a un médico sin escrúpulos que acabe con la vida del bebé. La joven, de forma consciente, desea que se desvincule de sus obligaciones como esposo y padre, convirtiéndose en un hombre libre con el que vivir una idílica aventura en el continente africano. Finalmente, será ella quien haga realidad el sueño del protagonista de viajar a su amada África, dirigiéndose a Zanzíbar. Frente a la figura de Himiko, la presencia de la esposa de este antihéroe está apenas definida en la novela, convertida en una sombra, que recrimina amargamente al protagonista su conducta, su inmadurez y su falta de compromiso en su relación: “(...) A veces pienso que en cada ocasión crucial que se presente, tú estarás borracho o dominado por algún sueño fantástico, y que te irás flotando por el cielo como un pájaro”. También, otras figuras femeninas ocupan espacios secundarios como la hiriente y desagradable amiga de Himiko y la suegra del profesor, sumida en el dolor, que hace un pacto de silencio con éste para ocultarle la verdad a su hija
En las últimas páginas de la novela, el padre despierta de la pesadilla, logra salir de su infierno redimido y comprende que su hijo lo necesita realmente. Bird decide aceptar al niño, tal como es, y asume sus obligaciones paternas: "Si quiero enfrentar mi responsabilidad, sólo tengo dos caminos: o lo estrangulo con mis propias manos o lo acepto y lo crío. Lo sé desde el principio, pero no he tenido valor para aceptarlo...". Toma el camino de salvar al bebé de las manos del médico abortista, al que le había entregado previamente con la complicidad de su amante, y deja que los doctores del hospital le operen como le habían recomendado. El bebé es intervenido unos meses más tarde y descubren que padecía un tumor benigno en vez de una hernia cerebral. El profesor ya se encuentra preparado para cumplir con sus responsabilidades y ha elegido vivir en una realidad caracterizada por la entrega y la perseverancia. En este caso su pequeño representaría un símbolo de esperanza de los valores esenciales del ser humano. Los médicos se lo entregan con razonables posibilidades de una vida mejor: "Existen probabilidades de que crezca con normalidad -dijo-, pero existe un alto riesgo de que su coeficiente intelectual sea muy bajo. Eso significa que tendré que ahorrar todo lo que pueda para su futuro (...)".
Finalmente, el protagonista retoma su verdadero nombre, desterrando su antiguo apodo de la adolescencia, se convierte definitivamente en un adulto y asume su verdadera identidad. También, esta novela refleja el espíritu de sacrificio de todo ser humano que debe escoger entre sus íntimos deseos y los imperativos marcados por la existencia. Una cuestión personal es la propia decisión del protagonista basada en su responsabilidad y en la libertad de elección.